Existe una infinidad de maneras de reconfigurar nuestra realidad por medio de la fantasía. Al digerir información objetiva y metabolizarla por una serie de auto-mitologías, los límites de la existencia pueden ser parcialmente alterados por la imaginación. La práctica creativa concede un espacio para la manifestación física de estas profecías personales, desbloquea un puente entre la fluidez del deseo y la frialdad del exterior, para así reafirmar la narrativa que construimos día a día. Ambos mundos pretenden coexistir de manera simultánea, sus bordes son evaporados, transformados en una bruma ilusoria. La ficcion se engancha a lo ajeno, para asi tejer nuevas relaciones en la telaraña de la humanidad.
El trabajo de Emiliano de Ezkauriatza (Monterrey, 2000) revela un mundo interior cuyas fantasías, parajes y personajes se encuentran articulados por el trabajo a pequeña escala y la presencia de una saturación de motivos cuyo detalle hace pensar en una relación particular entre la intimidad y el delirio.
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