La casualidad y los amigos me trajeron a esta pieza. A la mañana siguiente de una noche de pláticas chidas, mezcales y música, estaba en la sala platicando con Austria mientras dibujaba algunos garabatos y composiciones en mi cuaderno de contador. En algún momento hice un dibujo que me gustó, era un rostro de perfil que se sucedía a sí mismo una y otra vez. De repente Luis se acerca, ve los dibujos y me dice: eso estaría chido en un collar. Y yo dije: no mames, sí tienes razón! ahuevo! Al día siguiente ya estaba yo en la madrugada descargando imágenes de joyería prehispánica: serpientes, cabezas y formas abstractas que me llamaban la atención por su tosquedad y delicadeza al mismo tiempo. Me clavé viendo videos en youtube de procesos y técnicas de joyería. Unos días más tarde, una cera de abeja que tenía desde hace años guardada, por fin vio la luz y empecé a modelarla como pude. Un par de meses después la buena fortuna me hizo conectar con Luis Trasto. Visité su joyería en San Angel, platicamos un buen rato de todo: de piedras preciosas y no tan preciosas, de la obra de arte que se puede usar, poner y quitar todos días, de la trascendencia cultural que reside en la joyería antigua y también un poco de música electrónica. Al final le dejé la pieza de cera para que hiciera su magia. Un mes después surgió este ser. En la idea, es una cabeza no una máscara. Y cuando la usas y caminas, este pequeño y peculiar ser, va observando todo al rededor, gira a la derecha, a la izquierda y algunas veces hacía el pecho porque no quiere ver o tal vez no quiere que lo vean, quién sabe.

La casualidad y los amigos me trajeron a esta pieza. A la mañana siguiente de una noche de pláticas chidas, mezcales y música, estaba en la sala platicando con Austria mientras dibujaba algunos garabatos y composiciones en mi cuaderno de contador. En algún momento hice un dibujo que me gustó, era un rostro de perfil que se sucedía a sí mismo una y otra vez. De repente Luis se acerca, ve los dibujos y me dice: eso estaría chido en un collar. Y yo dije: no mames sí tienes razón! ahuevo! Al día siguiente ya estaba yo en la madrugada descargando imágenes de joyería prehispánica: serpientes, cabezas y formas abstractas que me llamaban la atención por su tosquedad y delicadeza al mismo tiempo. Me clavé viendo videos en youtube de procesos y técnicas de joyería. Unos días más tarde, una cera de abeja que tenía desde hace años guardada, por fin vio la luz y empecé a modelarla como pude. Un par de meses después la buena fortuna me hizo conectar con Luis Trasto. Visité su joyería en San Angel, platicamos un buen rato de todo: de piedras preciosas y no tan preciosas, de la obra de arte que se puede usar, poner y quitar todos días, de la trascendencia cultural que reside en la joyería antigua y también un poco de música electrónica. Al final le dejé la pieza de cera para que hiciera su magia. Un mes después surgió este ser. En la idea, es una cabeza no una máscara. Y cuando la usas y caminas, este pequeño y peculiar ser, va observando todo al rededor, gira a la derecha, a la izquierda y algunas veces hacía el pecho porque no quiere ver o tal vez no quiere que lo vean, quién sabe.

Estos prints corresponden a pinturas más grandes que fueron parte del proyecto SAJAK (2018), el cual consistió en una instalación de pinturas y dibujos sobre murales efímeros que fueron creados para el espacio de Mashimón. Las obras constituyen una investigación compositiva y cromática en la cual conviven elementos básicos como planos de color y figuras inspiradas en graffiti.

Estos prints corresponden a pinturas más grandes que fueron parte del proyecto SAJAK (2018), el cual consistió en una instalación de pinturas y dibujos sobre murales efímeros que fueron creados para el espacio de Mashimón. Las obras constituyen una investigación compositiva y cromática en la cual conviven elementos básicos como planos de color y figuras inspiradas en graffiti.