Imagen inspirada en un poema de Marosa di Giorgio:

Soy la Virgen. Me doy cuenta. En la noche me paro junto a las columnas y a las fuentes. O salgo a la carretera, donde los conductores me miran extasiados o huyen como locos. Soy la Virgen. El Ángel me hablaba entre jazmines y en varios planos. Me dijo algo rarísimo; no entendí bien. Voy por el antiguo huerto -Isabel, Ana-, por las antiguas casas; quisiera ser una mujer en una de estas casas, una mujer en la ciudad, pero, soy la Virgen; no se dan cuenta; busco otra aldea abandonada, otros cáñamos. Silba el viento. Los lobos están comiendo los corderos. A mi diadema caen las estrellas como lágrimas, caen rosas y gladiolos, dalias negras. Soy la Virgen. Estoy sola. Silba el viento. ¿Adónde voy? ¿Adónde voy? Y jamás habrá respuesta.

Escena inspirada en el libro Mujeres que corren con los lobos de Clarissa Pinkola. Pertenece a la subserie La hermandad, la cual también llamo La serie roja —la mayoría de los dibujos están realizados en este color y sus análogos—. Mi intención, además de representar el cuidado entre mujeres, es investigar la naturaleza mágica de las imágenes y el dibujo, para que se vuelvan un conjuro en el que la ficción de la narrativa se convierta en lo real. Similar a la manera de las pinturas rupestres y de la palbra-hechizo abracadabra que significa: «yo creo como hablo».

Este dibujo es una de las pocas excepciones de color en la serie roja titulada La hermandad, en la que a través de distintas escenas, retratos y paisajes, personajes femeninos interpretan la complejidad de las relaciones entre mujeres y consigo mismas.

Cuando recién me mudé a Oaxaca, una amiga me dijo que las mujeres somos capaces de ser nuestra propia madre, que tenemos una figura interna que sabe qué es lo mejor para nosotras y que a veces nos regaña. Esto me ayudó a sobrellevar la necesidad que tenía de que alguien viera por mí en las dificultades de la vida.

En otra ocasión, una chica explicaba —a pie de página de una fotografía de ella abrazado a su padre en el mar— que mientras pasan los años nosotras tendremos que ser padres y madres de nuestrxs padres y madres. Entendí que no se refería únicamente a atenciones físicas, sino, más bien, a la capacidad de cuidar de otrxs, específicamente de quienes nos cuidaron antes.

Así, dos mujeres que son la misma persona — un poco como en "La doble vida de Verónica" de Kieslowski— permanecen en calma durante una adversidad acuática llena de relámpagos.

Dibujo inspirado en los cuentos eróticos de Marosa di Giogio, en los que narra extrañas interacciones físicas, espirituales y sensuales con la naturaleza. Forma parte del proyecto Ascenso a La Montaña el cual explora distintas maneras de venerar a La Montaña, históricamente considerada como un lugar en el que habitan espíritus y diosxs.